domingo, 29 de enero de 2012

Informe: La persecución de la religión en Corea del Norte



País

República Democrática Popular Corea (Corea del Norte)


Población

23.991.000 habitantes

Superficie

120.538 Km2

Estadística sobre creencias religiosas
                          
Agnósticos: 71,3%
Nuevas religiones: 12,9%
Animistas: 12,3%
Cristianos: 2,0%
Otros: 1,5%

Ideología oficial

Juche (variante del comunismo)


Situación política y legal

Corea del Norte niega la libertad religiosa por principio. En la capital, Pyongyang, hay una serie de lugares de culto cristianos (una iglesia católica y dos protestantes), además de cuatro templos budistas, pero no se sabe lo que ocurre en otras zonas del país. Las cifras varían según las informaciones transmitidas por personas que han podido viajar por el país. Las razones que llevan a Corea del Norte a negar la libertad religiosa son inherentes al origen del propio país. El régimen actual es la puesta en práctica de la ideología política del Partido de los Trabajadores de Corea (WPK, por sus siglas en inglés), que se basa en el principio de la autarquía o juche.
    
El WPK deriva del Partido Comunista de Corea, cuya historia está sembrada de luchas internas y purgas sangrientas entre facciones prosoviéticas y prochinas.

Juche, la base sobre la que se construye el sistema político y económico de Corea del Norte, es una ideología sincretista que combina el neoconfucionismo, el maoísmo nacional y el estalinismo. A lo largo del tiempo, ha ido llevando al país al aislamiento del resto de la comunidad internacional y al desarrollo del culto de la persona y del gobierno autocrático del “Padre de la Patria”, Kim Il-sung (que llegó al poder en 1948 y murió en 1994), primero, y después de los del hijo que le sucedió, Kim Jong-il, que adoptó el título oficial de “Querido Líder”. El juche ha atribuido a ambos Kim, padre e hijo, una naturaleza divina, por lo que el culto a la persona se ha convertido en la única religión permitida en el país. Actualmente ha aparecido un tercer Kim, Kim Jung-un, el tercero de los hijos de Kim Jong-il. Todos ellos son glorificados en la literatura, la música popular, el teatro y el cine norcoreanos. También se ha creado una versión juche del calendario gregoriano. Considera como año 1 el año1912, año del nacimiento del dictador Kim Il-sung, cuyo cuerpo embalsamado descansa para siempre en un mausoleo de impresionantes dimensiones construido en Pyongyang. Kim Il-sung y Kim Jong-il son reverenciados en numerosos actos públicos. Para hablar de ellos se utiliza un lenguaje enfático y místico, análogo al del culto religioso. En cierto sentido, la religión oficial de Corea del Norte es una forma de idolatría partidista y estatal de la dinastía gobernante.

Persecución generalizada

En el año 2009, muchos exiliados norcoreanos informaron sobre la existencia de campos de internamiento o reeducación, aun cuando el Gobierno ha negado su existencia en varias ocasiones. Se cree que actualmente este tipo de campos alberga a entre 150.000 y 200.000 presos, sometidos a torturas, asesinatos, violaciones, experimentos médicos, trabajos y abortos forzados, así como a ejecuciones secretas. En el interior de los campos, las personas arrestadas por motivos religiosos son identificadas como tales para que reciban peor trato. El nacionalismo de Corea del Norte se basa en el chondogyo, movimiento sincretista que
combina budismo, taoísmo, confucianismo, chamanismo, y cristianismo. La religión surgió en el siglo XIX en contraposición a las actividades de los misioneros cristianos (occidentales). Oficialmente ateo, el Estado de Corea del Norte se opone con fuerza a toda actividad religiosa realizada por cualquier grupo, especialmente a las de los protestantes, que asocian con Estados Unidos. La represión antirreligiosa se convirtió en característica permanente de la política gubernamental tras la división de la península en 1953. Finalmente, los católicos norcoreanos acabaron desapareciendo sin dejar huella, especialmente los prelados. El Vaticano, por su parte, sigue considerándolos “desaparecidos”. Tal y como figura en el Anuario pontificio, se les ha mantenido oficialmente como titulares de sus proque no de iure) y dividirse la península, el Vaticano asignó las administraciones apostóliobispos titulares siguen siendo los mismos. Por ejemplo, en la entrada de la diócesis de Pyongyang sigue apareciendo como obispo local Francis Hong Yong-ho (nacido en 1906 y oficialmente desaparecido). En cambio, la entrada de la diócesis de Hamhung permanece vacía. En el caso de la diócesis de Ch’unch’on, localizada en su mayor parte en el sur, aunque con una sección que se extiende hacia el norte, aparece como obispo John Changyik (aunque los católicos del norte consideran la sede vacante). El destino de los obispos de Corea del Norte es un reflejo de lo que ha ocurrido con toda la Iglesia norcoreana. A  mediados del siglo XX, el 30% de la población de la capital, Pyongyang, era católica, frente al 1% del resto del país. Durante la Guerra de Corea (1950-1953), las tropas comunistas invadieron el sur, detuvieron a los misioneros y religiosos extranjeros, así como a los cristianos coreanos, con el objetivo de borrar cualquier rastro de presencia cristiana. En el norte, destruyeron los monasterios y las iglesias y los monjes y sacerdotes fueron arrestados y condenados a muerte. Llegaron a arrestar, durante la guerra, al delegado apostólico en Corea, Mons. Patrick James Byrne. A pesar de ser ciudadano estadounidense, este obispo fue juzgado y condenado a muerte. Aunque la sentencia nunca se ejecutó, murió años más tarde en un campo de concentración a causa de las duras condiciones y de las privaciones que tuvo que soportar. Por lo general, se sabe poco sobre lo que ocurrió con los cristianos de Corea del Norte después de la guerra. Sigue siendo un misterio el paradero de los 166 sacerdotes y religiosos que se encontraban en el norte al final de la contienda. Hasta la década de los años 80 del siglo pasado, cuando se preguntaba por ellos, los funcionarios norcoreanos se limitaban a responder: “Son unos perfectos desconocidos”.


Actualmente, la Iglesia no tiene clero en el norte, lo que hace imposible el culto. Según las cifras oficiales que ofrece el Gobierno, hay unos 4.000 católicos y unos 11.000 protestantes. Sin embargo, fuentes consultadas por AsiaNews informan de que el número de católicos no supera los 200, la mayor parte de ellos muy ancianos. En el norte sólo están autorizados tres lugares de culto cristianos, dos protestantes y uno católico. La iglesia católica de Changchung está situada en la capital, Pyongyang, y muchos analistas sostienen que el
régimen la conserva sólo como muestra. Desde que el régimen llegó al poder, los cristianos han tenido que soportar su despiadada represión. Son molestos tanto por su supuesta deslealtad con el régimen como por los lazos que se supone que les unen con Occidente. De hecho, la mayor parte de los cristianos tiene que practicar su fe en secreto. En esta nación comunista, ser descubierto en una misa celebrada en un lugar no autorizado significa la cárcel o, aún peor, la tortura e incluso la muerte. La simple posesión de una biblia puede acarrear la pena de muerte. El 16 de junio de 2009 un cristiano de 33 años, Ri Hyon-ok, fue condenado a muerte y ejecutado “por poner biblias en circulación”. Posteriormente, algunos miembros de su familia fueron enviados a un campo de prisioneros.

Mons. Francis Hong Yong-ho se ha convertido en un emblema de la realidad de Corea del Norte. Fue ordenado sacerdote el 25 de mayo de 1933 y designado vicario apostólico de Pyongyang y obispo titular de Auzia el 24 de marzo de 1944 por el papa Pío XII. El 29 de junio del mismo año, fue consagrado por el arzobispo Bonifatius Sauer, actuando como co-consagrantes el obispo Hayasaka Irenæus y el arzobispo Paul Marie Kinama-ro. El 10 de marzo de 1962, el papa Juan XXIII elevó el vicariato de Pyongyang a la categoría de diócesis, en parte en señal de protesta contra la política del régimen norcoreano. El Santo Padre también designó a Mons. Hong Yong-ho primer obispo de la nueva diócesis, convirtiéndole así en un símbolo de la persecución anticatólica en Corea del Norte y, en general, en todos los países comunistas. Aun cuando ahora tendría más de 100 años si viviera, el Vaticano no excluye la posibilidad de que “siga prisionero en algún campo de reeducación”.


Refugiados en Corea del Sur

A pesar de todo, la Iglesia coreana no ha perdido totalmente la esperanza. Al ser todavía una posibilidad la reunificación de la península, los católicos del sur siguen organizando seminarios y grupos de acción para ayudar a sus hermanos del norte. Por ello, los norcoreanos que viven en el sur de la península pueden representar un papel fundamental como “agentes de evangelización, miembros a todos los efectos de nuestra sociedad y amigos para construir un futuro juntos”, manifestó Mons. Lucas Kim Woon-hoe, obispo auxiliar de Seúl, en el XII Encuentro de la Red Episcopal para la Reconciliación del Pueblo Coreano, institución que preside. El tema del encuentro, que se celebró el 22 de noviembre en el Centro Hanmaum de Seúl, fue “Saeteomin, agentes del Evangelio”. Saeteomin significa  iteralmente, en coreano, “persona que está en una nueva tierra o lugar” o “persona que acaba de llegar a un lugar”. Los surcoreanos aplican este término a los refugiados de Corea del Norte que han huido al sur, escapando del régimen de Pyongyang. Con el tiempo, las dificultades manifestadas por muchos norcoreanos para integrarse en el sur han hecho que los surcoreanos lo utilicen como un término despectivo.

Mons. Kim inició su alocución en el encuentro anteriormente mencionado con esta idea en la mente. “Hemos de ser auténticos testigos de lo que sucede en el norte”, afirmó. “Nada puede ayudar más en esta tarea que nuestros hermanos saeteomin, iguales a nosotros en dignidad”. Su forma de vida, así como sus historias, “nos ayudarán a ir desenmascarando y superando cada vez más los prejuicios sociales que les afectan, además del sentimiento de marginación que les acoge en Corea del Sur. Al escuchar lo que tienen que decirnos, podemos aprender a conocerles y recibirles cuando Corea del Norte vuelva a ser libre de nuevo, teniendo en cuenta también su papel como evangelizadores”. Además de los seglares que participaban en el encuentro, se habían congregado también unos 90 sacerdotes, religiosos y saeteomin. Uno de ellos, Dong Young-soo, pudo llegar a Corea del Sur en 2003.

Intervino justo después de Mons. Kim. “Sólo puedo hacerme eco de muchas injusticias. Por ejemplo, no comprendo cómo es posible que los saeteomin sean ciudadanos de tercera clase en la sociedad coreana, cuando hasta los chinos de origen coreano viven en mejores condiciones que nosotros”.

Lo que suena a queja clasista es, en realidad, un claro reflejo de la moderna Corea del Sur. La clase social es un factor determinante en el acceso a distintos tipos de educación o trabajo. Por ejemplo, Kang Seon-hee, mujer saeteomin, se refirió concretamente a este punto. “Aquí, sólo puedo encontrar un trabajo humilde, aun cuando yo quiera hacer una contribución más importante al mundo en el que vivo. [Pero] apenas puedo ganar lo suficiente para ir tirando. Si pudiera, haría mucho más”. De hecho, la comunidad de saeteomin está marginada por el resto del país; sus miembros son considerados en el norte traidores sólo dignos de desconfianza, y en el sur eternos mendigos.

Según el catedrático de la Universidad de Seúl Ko Kyeong-bin: “La agonía de los 20.000 saeteomin que viven aquí es enormemente preocupante. Pero, una vez más, no son más que el reflejo de lo que serán los 20 millones de norcoreanos que vendrán a nosotros tras la reunificación de las dos Coreas. Tenemos un largo camino por recorrer antes de estar preparados para acogerles de la forma adecuada”. Para este experto, que durante muchos años estuvo al frente del Departamento de Reunificación del Gobierno: “Los prejuicios y la discriminación contra ellos han hecho que la unión de ambos países sea una dura perspectiva”. Por tanto, “tenemos que cambiar nuestra forma de actuar para que ellos se puedan convertir en agentes de unidad” y, finalmente, “agentes de evangelización”. Antes de clausurar el encuentro, Mons. Kim afirmó: “El día de hoy me ha ayudado a darme cuenta de la importante misión que tenemos que realizar cuanto antes. He escuchado las historias de los saeteomin y me he quedado profundamente impresionado. Rogaré a Dios para que llegue pronto el día en que podamos vivir la reconciliación de las dos Coreas con un solo corazón”.

Fuentes:

Informe sobre libertad religiosa internacional de 2009 del Departamento de Estado de EE.UU.
Human Rights Watch
Open Doors
L’Osservatore Romano